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CARTA ABIERTA. A QUIÉN PUEDA INTERESAR

Esto es mucho más sencillo de lo que nos quieren hacer ver.

Si, por algún motivo concreto, tú me pides que exponga mi vida privada para conocer mis hábitos y los de las personas que viven conmigo, si tú me dices que con esto vas a realizar un estudio para llevar a cabo un desarrollo tecnológico que ayude, de forma efectiva, a mejorar la calidad de vida de las personas, por ejemplo, de las personas con Alzheimer, y que no vas a lucrarte con ello, sino que vas a poner este desarrollo al servicio de la sociedad, entonces, casi con total seguridad, te cederé altruistamente mi información, mis datos, mi privacidad.

Si por el contrario no me explicas con sencillez y claridad que vas a hacer con mis datos, con mi información, con mis hábitos de vida, entenderé que vas a comerciar con ellos, que lo que pretendes es ganar dinero a mi costa y, por eso, si decido poner toda mi vida a tu disposición, lo que tendré que pensar, es cuánto voy a cobrarte por ello. Pondré un valor a mis datos, a mi información, a exponer mi privacidad, y tendrás que pagar por ellos si los quieres.

Esto no es nuevo, está ya inventado. Desde hace mucho tiempo.


En alguna ocasión, he participado en estudios médicos, en todos los casos, de forma altruista porque lo que se perseguía es el bien común. Del mismo modo hay otros estudios médicos remunerados ya que los realizan empresas privadas cuyo legitimo objetivo es lucrarse. También he participado en estudios de mercado y siempre han sido remunerados: te pago por tu tiempo y opinión, por tu información, por conocer tus hábitos. En todos estos casos, siempre, y repito siempre, el individuo, la persona que participa, es informada previamente y de forma clara sobre los objetivos que persigue cada uno de estos estudios y sobre la remuneración que recibirá, en su caso.


No sucede lo mismo en el entorno digital: no hay transparencia, no hay sencillez, no hay claridad en el qué, en el cómo y en el para qué, en las consecuencias. De hecho, lo único que hay es una certeza: el producto con el que comercian somos las personas: nuestra información y nuestros datos y sin embargo no recibimos nada a cambio.


Sinceramente y a título personal, prefiero poner mis datos, mi información, mi vida, a disposición de causas que sirvan para mejorar la vida de las personas. De hecho, muchos de nosotros ya lo hacemos: soy donante de sangre, de órganos, de médula, voluntaria en varias actividades…En todos estos casos y previamente se me ha información de forma inequívoca, del qué, del cómo y del para qué. Y así he podido tomar mi propia decisión con un criterio informado y contrastado.

Ya sabemos que los productos tecnológicos: sean físicos (cámaras, asistentes de voz, iot, smartphone, etc), o virtuales (rrss, buscadores, apps, etc) nos vigilan, espían, escuchan y graban y luego utilizan nuestra información para comerciar con ella. Y no sabemos con qué fines. No sabemos que consecuencias pueden tener para nosotros, ahora y en el futuro.

¿De verdad estamos dispuestos a poner a su disposición toda nuestra vida, sin saber el qué, el por qué, el cómo y el para qué…?

Yo, desde luego, ya he tomado mi decisión y mi respuesta es no: nunca he cedido mis datos de manera realmente informada (condiciones de servicio ininteligibles), no los cederé ahora y no los cederé en el futuro si no tengo suficiente información para crearme una opinión propia, con criterio e informada del qué, el por qué, el cómo, y el para qué.

¿Cómo es posible que, cada vez más, expongamos nuestra vida, nuestra privacidad sin saber por qué y para qué, sin saber las consecuencias presentes y futuras…?

¿Cómo es posible que, todavía hoy, no nos demos cuenta de que estamos participando, sin saberlo, en el gran experimento que es el entorno digital, contribuyendo a desarrollos tecnológicos, con nuestros datos, nuestra información, nuestros hábitos, nuestra privacidad, y desconociendo si su objetivo es el bien común o el enriquecimiento de unos pocos (y el consiguiente empobrecimiento o la desigualdad de muchos)

¿Por qué nos comportamos de distinta forma en nuestro entorno digital que en nuestro entorno físico, donde nunca facilitaríamos nuestros datos o cederíamos nuestro tiempo o nuestra privacidad sin saber el fin, …?

¿Por qué no aplicamos las mismas reglas, escritas y no escritas, en ambos entornos…?

La respuesta, también, es más sencilla de lo que parece o nos quieren hacer ver. Porque se necesita formación. Se necesita una sociedad bien informada, con criterio propio. Que decida involucrase en desarrollos tecnológicos que estén al servicio del bien común. O decida involucrase en desarrollos tecnológicos privados a cambio de una remuneración por su participación. Como decía, esto último no es nuevo, está ya inventado. ¿Por qué no se aplica en el entorno digital…?

¿Cómo es posible que ya hoy nos estén manipulando a cuenta de una supuesta mayor “libertad”?

Muchas más preguntas que respuestas y una sola certeza: la formación y el conocimiento es lo que nos ayudará a todos a contribuir al cambio profundo de nuestra sociedad en pro del bien común.

Porque lo que está claro es que este profundo cambio se va a producir si o si, con nuestra participación informada o con nuestra ignorancia.


Y tú, ¿vas a exponer toda tu vida, tu privacidad, sin saber el qué, el por qué, el cómo, o el para qué…?

P.D. He leído esta entrada a mi madre, una niña de 83 años hiperactiva, con muchas ganas de vivir y con Alzheimer grado 6 y le he preguntado su opinión. Su respuesta literal ha sido esta: “que no abusen unos a costa de otros”. Gracias mamá por, a pesar de tus limitaciones, seguir aportando claridad a mi vida y toda tu experiencia!

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